domingo, 26 de enero de 2014

La Casa del Gato


Paseaba recientemente por el Albaicín, con dirección a la iglesia de San Gregorio el Bético en la Calderería, cuando la curiosidad me movió a adentrarme en el Callejón del Gato; en él recordé la vieja leyenda que dió nombre al callejón y os cuento.


LA CASA DEL GATO

Habitaba en una casa entre la Calderería y la Cuesta de San Gregorio, en época de Carlos III, un Receptor de la Justicia[1], ya entrado en años, casado con una hermosa joven, algo casquivana.

A su paso hacia la Chancillería un Alcalde del Crimen[2] vio un día a la joven de la que quedó enamorado. La ligereza de la joven y el tesón del Alcalde hicieron todo.

Necesitando el Alcalde de tranquilidad para dar rienda suelta a los deseos de ambos, dio por enviar al anciano Receptor a cuantas comisiones fuera posible.

Tanta comisión hizo al Receptor sospechar que algo ocurría a sus espaldas, sospecha que confirmaron vecinas y vecinos, unas con chismorreos y otros con chascarrillos a su paso.

Enviado a una nueva comisión, nuestro Receptor inició la marcha pero a poco, con una fútil escusa, se volvió a su casa dejando siguieran los demás miembros de la comisión.

Lo que ocurrió después es fácil de imaginarlo, a la mañana siguiente la Justicia encontró en el lecho de la casa del Receptor, bañados en su sangre, los cadáveres de la esposa infiel y del enamorado Alcalde.

Mientras tanto el Receptor, que había regresado a la Comisión mandada, realizó su trabajo y, con pretexto de encontrarse enfermo, envió a Granada las oportunas liquidaciones de los cobros efectuados y marchó rápidamente a Madrid para pedir audiencia al rey con excusa de revelaciones importantes de su trabajo.

Recibido por su Majestad, le expuso:

- Señor, un gato que está acechando a un ratón que entra en la despensa de su amo para devorar lo mas delicado que guarda, y lo coge, ¿qué debe hacer?

A lo que el Rey respondió:

- Matarlo para que no vuelva.
 

Tras ello, el Receptor dio cuenta detallada al Rey de lo ocurrido en Granada, obteniendo el perdón real y, en premio a su ingenio para con el rey el derecho a usar en la misma de escudo en el que figurara un gato cazando a un ratón.

Hasta el siglo XVIII, época en la que el tradicional poco respeto de los granadinos por sus edificios y tradiciones permitió el derribo del portón y, posteriormente, del edificio.

Al menos, a pesar de la fea cabina telefónica que adorna el callejón, no nos han robado las vistas del Callejón del Gato que recibió su nombre del escudo de su primera casa a la izquierda.


 
 
 

[1] Receptor: El que recibía o recaudaba las multas impuestas por los tribunales superiores.
[2] Alcalde del Crimen: El de la sala del crimen que había en las chancillerías de Valladolid y Granada y en algunas audiencias del reino, el cual era juez togado y tenía fuera de su tribunal jurisdicción ordinaria en su territorio.

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