domingo, 3 de agosto de 2014

El paraguas y la compañía. En memoria de Alfonso Carlos Comín





 
             El pasado 23 de julio se cumplía el 34 aniversario de la muerte de Alfonso Carlos Comín y no quiero dejar pasar esta fecha. Se de mucha gente que lo minusvalora, unos posiblemente sin haberlo leído, otros por su vocación marxista –aún recuerdo al padre Tomás, en San Sebastian, invitándome a olvidar el Decreto del Santo Oficio de 1 de julio de 1949 que condenaba como apostatas a los lectores de libros marxistas (¡cuantos católicos habrán ardido en el infierno por culpa de ese decreto!)-. Pues bien, continúo, por aquellos años conocí la obra de Alfonso Carlos a través de EL CIERVO, reproduzco uno de sus artículos en dicha revista publicado en “España, ¿país de misión?”:

Algunos años después, como ayer, solo espero que en mi lápida se pueda escribir “Solo fue  un pobre Martín”, del que como decía Alfonso: "Tiene gracia. Hay gente desconfiada. Cuando me acerco me hacen una mueca de desprecio y rehusan".

  Gracias Alfonso.

Paz y santa Alegría.

Javier

 

 

EL PARAGUAS Y LA COMPAÑÍA


Alfonso C. Comín


Martín vio venir al hombre joven. Aunque llevaba gabardina, iba completamente mojado. Le goteaba el pelo, las manos y la cartera. Salió a su encuentro enarbolando el paraguas.

—Le acompaño. Así no se moja.

El hombre joven le miró sorprendido. Pero al ver su ingenua sonrisa dijo sencillamente:

—Gracias.

—¿Va muy lejos? —preguntó Martín.

—¡Oh!, no mucho. Pero si tiene prisa me puede dejar. Estoy acostumbrado. Nunca llevo paraguas.

—No, si no es por mí. Yo estoy para eso. Era por sus pies; los lleva muy mojados... No sé cómo hacerlo.

El hombre joven miró sus zapatos y notó las plantas húmedas. Al mirar vio también los pies de Martín. Peor que los suyos.

—Pero, ¿y usted? ¿Ya se ha dado cuenta?

—Bueno, yo estoy para eso.

El hombre joven no acabó de entender bien. Iba a preguntar qué quería decir «Yo estoy para eso». Pero Martín dijo rápidamente:

—Ha dicho que va cerca, ¿verdad? Perdone. Si me lo permite acompañaré a aquella viejecita de la otra acera; ni siquiera lleva impermeable. Además, va a resbalar.

Y cruzó corriendo.

El hombre joven no comprendió cómo la había visto. Tan pequeñita y acurrucada contra la pared del otro lado de la calle. El mismo bastante trabajo tenía con evitar los charcos.

• * «

—Lástima que los coches no recojan gente que vaya en su misma dirección. Mire, en ése iría usted estupendamente. Mi paraguas no le evita el frío. Además, si todos lo hicieran no andarían así los tranvías. Fíjese, aquel chico se va a caer del estribo.

—¡Agárrate bien! ¡No resbales! —gritó Martín al muchacho.

La viejecita se paraba de vez en cuando. Respiraba fatigosamente.

—Muchos días de lluvia lo pienso. ¿Qué les costaría a los coches vacíos llevar gente?

Mientras vayan en la misma dirección... Con un paraguas se hace poca cosa.

La viejecita hizo un gesto señalando una portería oscura y sucia. Martín la ayudó a cruzar cogiéndola del brazo. Al llegar, la viejecita dio un beso a Martín en la frente y se metió en la oscuridad.

• * «

Aquel día recibieron en el hospital un hombre herido de atropello. Martín tuvo una muerte dolorosa. Las piernas aplastadas por el tranvía. Antes de morir había preguntado entre ronquidos:

—¿No encontraron un paraguas? Un paraguas...

• * «

Después se supo, por un amigo que leyó el periódico. El mismo Martín se lo había contado:

«Apenas servía para nada. En el pueblo no me enseñaron ni siquiera a leer. Pero aquel día... Fue el hijo de la vecina. Nos conocíamos poco, pero me vio muy mojado. Y levantando su paraguas me dijo riendo: "Si quieres te llevo". Entonces se me ocurrió la idea. El paraguas; no sé por qué era lo único que conservaba. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Tanto tiempo sin servir para nada.»

El amigo recordó. Martín decía:

«Tiene gracia. Hay gente desconfiada. Cuando me acerco me hacen una mueca de desprecio y rehúsan. Quizá... Voy un poco roto. Pero bueno, la mayoría agradecen el paraguas y la compañía. Al menos eso dicen...»

• * «

El amigo recordó lo que otros decían:

«Ese Martín es un inútil. No sirve para nada.»

• * «

De Martín se dijo que había sido un predecesor.

(El Ciervo, junio de 1957.)