martes, 25 de marzo de 2014

Aserrar la vieja

Mañana es un día muy importante, miércoles 26 de marzo, tercera semana de cuaresma; para anticiparme hoy he cogido una hoja de periódico y preparado mi yermo, con las bulas del año pasado me he confeccionado un peto, después he limpiado mi espada de madera, … ¡parece nueva! Y la he guardado bajo mi almohada, ¡mañana!.
Mañana es el día de “aserrar la vieja”, correré con mis amigos por las calles detrás de las viejas cantando:
¡Aserrar la vieja,
La vieja pelleja!,
A la vieja roñosa,
¡Tírale cosa!.
¡Vieja revieja
Vieja pelleja!
¡Aserrar la vieja,
La vieja pelleja!
¡Se tira follones,
Por tos los rincones!
¡La vieja, la vieja,
La vieja pelleja!
….
Como siempre, algunas nos perseguirán con las escobas, pero ganaremos. Después nos tomaremos la merienda que nuestra madre nos ha puesto en la bolsa: rosca, huevo y naranja, … y seguiremos persiguiendo viejas hasta la noche.

Bueno, posiblemente este año ya no lo haga, causaría extrañeza verme con esa indumentaria y propósitos y además ya la Acera del darro no es lo que era, pero es bueno recordar las costumbres que disfrutamos cuando niños y que día a día se pierden.
En Granada fue tradición durante mucho tiempo que los niños corriéramos, en lo que los franceses -que como sabemos son mas elegantes hablando, hasta llaman mademoiselles a las señoritas- celebran como la “Mi Carême”.


Para nosotros consistía en lo que arriba he descrito y era una fiesta especial.
Comenzábamos la Cuaresma colgando una vieja Cuaresma con siete pies de la que cada viernes cortábamos uno, menos el tercero que se le “aserraba” el miércoles, mañana, para señalar la mitad de la cuaresma con regocijo de los niños.
Curiosa fiesta que exportamos incluso a Puente Genil, adonde la llevó Alberto Álvarez de Sotomayor en 1899 y se conserva hasta hoy, pero que hoy está casi perdida en Granada, donde salvo intentos en el Albaicín y en pueblos del cinturón nadie la recuerda.


Diario La Epoca de Granada 13 de Marzo de 1873.

lunes, 24 de marzo de 2014

Duc in Altum!


Hoy un pequeño recorte, lo tomo de la obra "DUC IN ALTUM! Esencia y educación de la magnanimidad"[1], del padre Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.,

Para Alfonso, Javier, Raúl, Juan Alberto, Fermín, Ernesto, Enrique, Fernando, Armando, Rafa  y Conchi, con los que he disfrutado en las catequesis de los dos últimos años.

Hay dos vuelos que simbolizan dos estilos de almas: el de la gallina y el del águila. El vuelo de la gallina es de baja altura, hace ruido, levanta polvo y revoluciona el gallinero. Es un símbolo de las almas rastreras, con ideales horizontales y carreras de corto alcance. Pueden meter mucho ruido y dar que hablar, pero quedan casi inmediatamente en el olvido. Cuando la tierra y las plumas que su alboroto levantó se depositan en el suelo, del vuelo de la gallina nadie se acuerda; fue intrascendente y pasó desapercibido en la historia del gallinero. Las almas que apuntan a metas que no traspasan la sombra que proyecta su nariz pasan sin dejar huella; se alimentan con conquistas tan perecederas como la de nuestra gallina.

El vuelo del águila es desafiante, altivo, veloz e inalcanzable. Su vista es capaz de fijarse en el sol y también de contemplar la plenitud del paisaje desde las cumbres de las nubes. Juega con los vientos, planea, se arroja en picada y vuelve a levantarse con celeridad. Desde sus alturas ve los mares como si fuesen charcos y los lagos y los ríos le descubren sus secretos volviendo para ella trasparentes sus aguas. Es un ave de caza y de lucha. Es símbolo del alma que se siente estrecha en tierra y desahogada en el cielo; del alma que necesita metas lejanas y difíciles, que puede enfrentar asperezas y obstáculos no sólo sin desánimo sino con emoción y gozo. Es el alma que puede aspirar al heroísmo y a la santidad. Su paso deja huella y surco. Y de ella se puede decir lo que el Salmo 83:

“Cuando atraviesa áridos valles,
los convierte en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
camina de altura en altura
hasta ver a Dios en Sión”.

 









 




Nada que añadir, o si: el llamado que nos hacía con frecuencia el papa Juan Pablo II, Duc in Altum! (Lucas 5:4), rema mar adentro, atrévete, acércate a Cristo. Ahora os toca a cada uno de vosotros decidir. Duc in Altum!



[1] Fuentes, M. Duc in Altum!: Esencia y educación de la magnanimidad. Mendoza (Argentina): Ediciones del Verbo Encarnado, 2008.

domingo, 23 de marzo de 2014

El Bar Kustrakias, pionero de las tapas en España


Desde el pasado día 10 hasta ayer, 22, se ha celebrado en Granada la sexta edición del concurso Granada de Tapas, acontecimiento que nos va a servir para recordar a los pioneros de la tapa.
 
Si tuviéramos que hacer caso a Wikipedia, la tapa podría tener dos orígenes, el primero sería el resultado del “periodo de escasez provocado durante la guerra civil española[1] y el segundo sería el “avisillo” citado por Quevedo en el primer capítulo de la Vida del Buscón; pero me temo que, en el primer caso, la existencia los precedentes que citaré más abajo desmonta ese origen y, en el segundo, creo solo se basa en el deseo de buscar un origen centenario en lo que no fue más que, si seguimos leyendo ese capítulo del Buscón, la cita de que comieron salchichas a la vez que bebían, pero omiten, quienes mantienen esta teoría, que tras el “avisillo” se sirvió un caldo, por lo que posiblemente no se trataba más que de una entrada o “avisillo” de la comida.
 
Para el caso que nos ocupa el primer documento fiable sobre su existencia proviene del periódico El Defensor de Granada, en el número de 5 de marzo de 1922, donde junto a noticias de relieve como la conferencia de Federico García Lorca sobre el tema: Importancia artística e histórica del canto primitivo andaluz llamado cante jondo, pronunciada el 19 de febrero, prólogo del Concurso de Cante Jondo que se celebraría en el mes de junio y el manifiesto de los obispos españoles del 4 de marzo, en el que afirmaban:

En los tiempos que alcanzamos, los peligros se denuncian a sí mismos con siniestras llamaradas y con satánicos rugidos; el orden y la paz social están socavados por ideas y por hechos aterradores; la familia se desmorona; el obrero sufre y hace sufrir; la autoridad es impotente para contenerle desbordamiento de vicio, ambiciones y venganzas; la ignorancia y el descreimiento son frecuentes en todas las clases sociales.
Peligros pavorosos amenazan a la Iglesia y a la Patria, y mayores a ésta que a aquella ya que su divino fundador ha garantizado la perenne vitalidad y el definitivo triunfo de la Iglesia”.
 
(Bueno, no temáis, no anunciaban el fin del mundo, solo pedían ayuda económica para crear una Universidad Social).

Pero volvamos al tema, en ese día se anunciaba:


(maceta[2])

Esta vena poética del dueño del Bar Kustrakias se repetía con frecuencia, y si un día anunciaba:


Otro decía:

 


Claro que sus reformas no se limitaron a las Kustrakias (tapas) sino que, como veis, bajó el servicio de café a QUINCE céntimos, “que podrán saborear los más inteligentes”.
 
Estas Kustrakias seran para nuestro paisano Julio Belza[3] las primeras tapas gratuitas que se sirvieron en España; de ser así, estaríamos ante el origen primigenio de la tapa.

Debo confesar que he tratado de localizar otras referencias sobre la tapa en la prensa del siglo XX y las más antiguas, siempre posteriores a las citadas, son:
 
La Antigua Casa de la Viuda, de Sevilla, que anunciaba en abril de 1922[4] se servían “tapas” al estilo clásico andaluz, lo que nos hace dudar de la bienintencionada atribución del genial Belza,

y, entre otros, el primer anuncio del que tengo constancia en Madrid, La Casa de Paco en diciembre de 1924[5]:

 
Por ello, veo más fiable la explicación que D. José Acosta Medina (1893-1974), y perdonadme use el Don, pero es que a él debo agradecerle que me inyectara en vena, día a día, paseo a paseo, el amor a Granada; pero retomo el tema de la tapa, D. José[6] mantenía que en los años 10 y 20 del siglo pasado comenzaron a servirse en los merenderos de la vega de Granada, con el vino blanco o tinto, un trozo de morcilla que entraba en los diez céntimos que costaba la maceta o, cuando ya no quedaban existencias de la matanza o la época no era adecuada, aceitunas aliñadas o cacahuetes, cobrando éstas dos últimas a perrilla el vagón, nombre que se daba al balanzón o lata con la que se medían.
 
D. José me explicaba, y lo recogió en la obra citada, que el “emprendedor” propietario del Bar Kustraquias abrió el mismo en los años veinte. El pequeño bar de la calle Puentezuelas, contaba solo con un pequeño mostrador en el que los distraídos que pusieran las manos se quedaban pegados, propiedad que no se debía al tipo de madera sino a la falta de limpieza y/o a la materia que desprendía el viejo paño de limpiar mostrador y enseres. El citado bar se hizo pronto famoso por sus “kustraquias”, manteniendo siempre fijo el precio de la maceta, diez céntimos a la segunda correspondía una kustraquia superior a la primera, a la tercera superior a la segunda, … hasta que el cuerpo y el monedero, que en estos temas influye, aguantaran. Estas tapas eran identificadas por una letra, que el dueño, al pedirlas a la cocina, pronunciaba con voz potente; la clientela animada miraba rápidamente al catón improvisado en la pizarra del bar e identificaba la tapa: la “C”, boquerones; la “F”, chicharrones; … seamos sinceros, pocos clientes pasaron de la quinta o sexta letra, sus artes pedagógicas estaban limitadas por los diez céntimos de la maceta y el aguante del cliente ante los “exquisitos” caldos servidos en esa casa.
 
Pronto este negocio, que parecía ser tan rentable, no pudo pagar a sus proveedores y cerró. Aunque nuestro “emprendedor” no renunció, días después, con otro nombre, abría en la calle Cobas, en la Manigua, un nuevo establecimiento no mucho más grande, aunque daba a tres calles. Lo que fue un acierto, en sus proximidades se encontraba el Ayuntamiento, Correos y algunas entidades bancarias de importancia; pronto los días de cobro el local se convirtió en la escuela con más alumnos de Granada, al menos adultos, para alegría de los funcionarios y desdicha de sus esposas que veían ligeramente mermada la paga. Una vez mas, el negocio fue a la quiebra, ya decía Quevedo que “nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y costumbres”.
 
Por lo que, eludiendo en lo posible el pago a los proveedores, cerró y abrió un nuevo local a espaldas de la Carrera del Genil, “El Mulhacén” del que nunca me dijo D. José como acabó.
 
Y ahí dónde D. José Acosta dejó esta historia, acabo yo, solo quería recordar con ocasión de Granada de Tapas a los pioneros de la tapa en Granada y, quizás, en España.
 

Paz y Santa Alegría.

Javier Pérez.



[1] Colaboradores de Wikipedia. Redefinición de tapa de 2014 [en línea]. Wikipedia, La enciclopedia libre, 2014 [fecha de consulta: 16 de marzo del 2014]. Disponible en <http://es.wikipedia.org/wiki/Tapa_(alimento)>.
[2] En el argot típico granadino “maceta” es un vaso grande de vino, algo mayor que la media caña.
Hace ya muchos años se perdió la tienda de los Álvarez en Mesones donde podías comprar macetas y vasos de media caña.
[3] Belza J. La Calle Reyes Católicos de Granada: Un viaje al pasado. Granada: Ediciones Albaida; 1993.
[4] El Imparcial, 14 de abril de 1922.
[5] El Globo, 22 de diciembre de 1924.
[6] Acosta, J. La Granada de Ayer. Granada: Imprenta Márquez; 1973.