domingo, 1 de febrero de 2015

La Candelaria


Ayer domingo alguien, de modo involuntario, me recordó que nuestro Padre, Dios, no es ajeno al mundo; mientras mi amigo hablaba sobre la importancia de la autoridad yo miraba a mis amigas Luisa y Luisa, Ana, Antonio, buscaba a la Inmaculada ausente, recordaba a Karen, a mis hijas y ese viejo Nuevo Testamento naranja que compartíamos en el que les escribí:


Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.”


(¿Dónde estará el pequeño libro? Posiblemente ellas no recordaran la frase pero hoy sé que la semilla cayó en buena tierra)


Y es que cada día, nuestro Padre, Dios, nos recuerda su presencia en el mundo; ajeno a lass vanidades, a los sabios y a los entendidos, y cada año al acabar la lectura del capítulo 1 de la carta primera a los Corintios:


sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte


el lector exclama: “PALABRA DE DIOS” y la comunidad lo ratifica “TE ALABAMOS SEÑOR”. Aunque posiblemente la rutina nos impida OIR la Palabra de Dios.


Pero hoy iba por otro tema, ya estamos en la Candelaria, en la Presentación del Señor, hace tiempo trate de recuperar esta fiesta pero o bien no me expliqué o bien no me entendieron y no fue posible, así que comparto con vosotros la reflexión de Anselm Grün sobre esta fiesta y os pido que encendáis una vela en vuestra casa y mientras escucháis “Ich habe genug”, en la voz de Lorraine Hunt Lieberson, os perdáis alabando a nuestro Padre, como recomienda el autor, y es que para Dios Luisa, Luisa, Ana, Antonio, Inmaculada, Karen, Fátima, Raquel, Bibiana… “sois la luz del mundo” (Efesios 5:8).




Ich habe genug!

Mein Trost ist nur allein,

Daß Jesus mein und ich sein eigen möchte sein.


¡Ya tengo bastante!

Mi esperanza se halla tan sola,

que Jesús debería pertenecerme y yo a Él.


17. Llevarse velas a casa (la Candelaria)
TRADICIÓNALMENTE, el tiempo de Navidad concluía con la fiesta de la Candelaria. Hoy día, esta liturgia se denomina «Fiesta de la Presentación del Señor». En la economía campesina, ésta era antiguamente una fiesta importante, pues en ese día comenzaban su servicio los criados y las sirvientas. La Iglesia oriental la denomina «fiesta del Encuentro». Simeón y Ana se encuentran en el Templo con María, José y el Niño. Simeón toma a éste en sus brazos y canta a la luz que en ese niño ha resplandecido para nuestro mundo.
Para mí, escuchar la cantata de Johann Sebastian Bach Ich habe genug, interpretada por Dietrich Fischer-Dieskau, forma parte del rito de este día. En dicha cantata de Bach oímos al Simeón bíblico, que ha visto en el niño la salvación y con ello «tiene bastante» y puede ya irse en paz. Con esta música maravillosa termina para mí el tiempo de Navidad. Ella me invita a acoger a Cristo en mi corazón y a caminar con él a lo largo del año en la vida cotidiana.
En este día, al comienzo de la celebración de la Eucaristía se bendicen velas y se encienden. Con ellas se entra en la iglesia a oscuras, y luego, al final de la celebración, se llevan a casa. Si te es posible, toma parte este día en el culto y llévate la vela bendecida a tu casa. Si no te es posible, enciende ese día una vela en tu vivienda tomando conciencia de lo que eso significa. Quizá tengas en casa una imagen o una estampa de María. Pon la vela encendida delante de la imagen de la Virgen. María es una imagen de nosotros. Como María, también nosotros debemos llevar a este mundo la luz de Jesucristo. Gracias a ti, este mundo se hará más luminoso y humano. Confía en que tú mismo llevas luz en tu interior y eres luz. La vela pretende indicarte quién eres en el fondo: una luz que ilumina los corazones de los demás.
Bendice la vela que vas a encender en tu vivienda. Bendecir significa decir palabras que expresan la esencia de la vela. Puedes hacerlo con las siguientes palabras:
«Dios de misericordia y bondad, bendice esta vela que encendemos en la fiesta de la Presentación del Señor. Que su luz lleve a nuestro mundo y a nuestra vida cotidiana la luz de Jesucristo, para que también en nuestra actividad cotidiana estemos rodeados y bendecidos por tu luz. Que tu luz, que resplandeció en el nacimiento de Jesucristo, ilumine nuestras tinieblas. Que lleve luz a nuestro trabajo, para que a través de él el mundo se haga más luminoso. Y haznos sentir en esta luz la calidez de tu amor, para que con todo cuanto hagamos y digamos se difunda en este mundo tu amor. Que esta vela brille y caliente así la frialdad de nuestro corazón y de nuestro mundo, por Cristo nuestro Señor. Amén».
Un rito de luz que promete el buen éxito de nuestra vida es el siguiente...
Siéntate en silencio delante de una vela y enciéndela con atención.
Asegúrate con este sencillo rito de que la luz de Dios amanece sobre tu vida y te promete que tu vida tendrá buen éxito.
Naturalmente, sabes que el buen éxito de tu vida no depende de que enciendas la vela. Pero, al encender la luz con atención, expresas que tu vida está bajo la promesa de Dios: «Yo llevaré a cabo en ti lo que te he prometido».
Mira a la luz y deja que penetre en todos los abismos de tu alma.
Mira esos ámbitos cerrados en los que yace escondido lo reprimido y ocultado.
Mira la oscuridad de tu tristeza, de tu miedo, de tus dudas, de tu inseguridad, de tu vacío.
Imagina que todo cuanto hay en ti queda iluminado por esta luz cálida y delicada de la vela.
Con la luz penetra en ti el amor de Dios.
Dicho amor no te condena. Te hace saber que todo cuanto hay en ti tiene derecho a ser. Pero todo puede también quedar transformado por la luz y por el amor.
En este rito no se trata de pensar mucho. Sencillamente, deja penetrar la luz en ti.
Quizá luego sientas cómo se te caldea el corazón, cómo entra en ti el amor y te hace saber que todo está bien.
Quizá surjan también anhelos o necesidades o aspectos no vividos de ti mismo.
A veces esto puede resultar doloroso.
Pero es bueno que la luz de la vela te ponga en contacto con tu anhelo.
Te pone de manifiesto que tu vida no es tan estrecha ni tan vacía como a veces te parece.
En ti está Su luz. Él quiere iluminar todo cuanto hay en ti, sanarlo, llenarlo de amor y de esperanza.


Anselm Grün. 50 ritos para la vida. Sal Terrae.

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