Hoy un pequeño recorte, lo tomo de la obra "DUC
IN ALTUM! Esencia y educación de la magnanimidad"[1], del
padre Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.,
Para Alfonso, Javier, Raúl, Juan Alberto, Fermín,
Ernesto, Enrique, Fernando, Armando, Rafa y Conchi, con los que he disfrutado en las
catequesis de los dos últimos años.
Hay dos vuelos que simbolizan dos estilos
de almas: el de la gallina y el del águila. El vuelo de la gallina es de baja
altura, hace ruido, levanta polvo y revoluciona el gallinero. Es un símbolo de
las almas rastreras, con ideales horizontales y carreras de corto alcance.
Pueden meter mucho ruido y dar que hablar, pero quedan casi inmediatamente en
el olvido. Cuando la tierra y las plumas que su alboroto levantó se depositan
en el suelo, del vuelo de la gallina nadie se acuerda; fue intrascendente y
pasó desapercibido en la historia del gallinero. Las almas que apuntan a metas
que no traspasan la sombra que proyecta su nariz pasan sin dejar huella; se
alimentan con conquistas tan perecederas como la de nuestra gallina.
El vuelo del águila es desafiante, altivo,
veloz e inalcanzable. Su vista es capaz de fijarse en el sol y también de
contemplar la plenitud del paisaje desde las cumbres de las nubes. Juega con
los vientos, planea, se arroja en picada y vuelve a levantarse con celeridad.
Desde sus alturas ve los mares como si fuesen charcos y los lagos y los ríos le
descubren sus secretos volviendo para ella trasparentes sus aguas. Es un ave de
caza y de lucha. Es símbolo del alma que se siente estrecha en tierra y
desahogada en el cielo; del alma que necesita metas lejanas y difíciles, que
puede enfrentar asperezas y obstáculos no sólo sin desánimo sino con emoción y
gozo. Es el alma que puede aspirar al heroísmo y a la santidad. Su paso deja
huella y surco. Y de ella se puede decir lo que el Salmo 83:
“Cuando
atraviesa áridos valles,
los
convierte en oasis,
como
si la lluvia temprana
los
cubriera de bendiciones;
camina
de altura en altura
hasta
ver a Dios en Sión”.
Nada que añadir, o si: el llamado que nos hacía con frecuencia
el papa Juan Pablo II, Duc in Altum!
(Lucas 5:4), rema mar adentro, atrévete, acércate a Cristo.
Ahora os toca a cada uno de vosotros decidir. Duc in Altum!
[1] Fuentes, M. Duc in Altum!:
Esencia y educación de la magnanimidad. Mendoza (Argentina): Ediciones del
Verbo Encarnado, 2008.
No hay comentarios:
Publicar un comentario