Hablaba recientemente con una amiga sobre el cerrojo de San
Gil y prometí contarle en forma breve el origen de la frase “agárrate, si te caes, al cerrojo de san Gil”,
frase hoy día olvidada por los granadinos.
Trataré de hacerlo, aunque sea de forma apresurada, para dar
respuesta a mi curiosa amiga:
La Iglesia de San Gil fue erigida en 1507 sobre el solar de
la antigua mezquita de Al-Hattabin o de los leñadores.
La portada principal fue trazada por Diego de Siloe en 1555.
Muy deteriorada la iglesia, en 1868 se tomó la decisión de
derribarla, obra que se ejecutó en 1869.
Quizás estas fotos fueran las últimas que la Iglesia se
tomaron:
(Plaza Nueva e Iglesia de San Gil desde la Torre de la Vela)
Como si de un signo de la época se tratase, mientras se
discutía su cierre por el escaso número de feligreses a escasos diez metros, en
la ya desaparecida calle del Cañuelo, n.º 11, abría sus puertas el 25 de abril
de 1869 la primera iglesia evangélica de Granada.
San Gil fue famosa en su tiempo por albergar la imagen de la
Virgen de las Tres Necesidades, obra de José Risueño, imagen entonces muy
venerada como amparo de todas las necesidades humanas, en 1760 se dispuso
cambiarle el nombre por María Santísima de las Necesidades y en 1930, rompiendo
con una tradición secular, alguien decidió llamarla Nuestra Señora de la
Esperanza, denominación que conserva en la actualidad y que es muy lejana al
propósito de Risueño al trabajar su bello rostro y manos, pero …
Quizás la existencia de esta imagen dio origen a la
tradición que mantenía que aquellos que tocaban el cerrojo obtenían respuesta a
sus necesidades, de este modo las cuerdas de presos que se dirigían desde la
Cárcel Baja hasta la Audiencia al pasar junto a la puerta se agolpaban para
tocar el cerrojo, costumbre que también adoptaron las mujeres que sentían que
el tiempo pasaba y pareja no encontraban.
Al derribarla se conservaron algunos elementos pero no la
cancela que posiblemente fue fundida para desgracia de los presos, mujeres y
otros necesitados.
Entre los elementos que se conservaron lo fue el artesonado
mudéjar, en él un vecino de Sorvilan llamado Pepe, en 1925, como si de una
petición a Nuestra Señora de las Necesidades se tratara o bien quisiera tocar
el cerrojo de San Gil, ocultó una carta de amor descubierta en agosto de 2013.
La tradición del cerrojo fue recogida por Antonio J. Afán de
Ribera en su obra “Cosas de Granada” y por Nicolás de Paso y Delgado, en marzo
de 1870, en la revista “El Liceo de Granada”, versión ésta última que
reproduzco:
EL CERROJO DE SAN GIL.
Al distinguido poeta D.
Aureliano Ruiz
en testimonio de amistad.
Los que tienen la fortuna
de haber nacido ó vivir
en esta ciudad hermosa
de la Alhambra y el Genil;
paraíso de occidente,
sultana, maga y hurí,
conocen el vulgar dicho,
más grosero que feliz:
«agárrate, sí te caes,
al cerrojo de san Gil. »
Yo la tradición ignoro
de este modismo incivil
del granadino idioma:
no la intento descubrir;
mas, ciñéndome á la frase
popular, pretendo aquí
levantar sobre la idea
del hierro, metal ruin,
un romance titulado;
«el cerrojo de san Gil. »
Era el tal un gran cerrojo;
un cerrojazo, al medir
de una mano de jígante:
Hércules, Sanson, Taríf.
Tan robusto y tan pesado,
que ni un moro marroquí
echarle hubiera podido,
ni moverle: paja, en fin,
es un roble, comparado
al cerrojo de san Gil.
Por eso, en chanza y de
burla,
Se acostumbraba decir
Á quien abrumado estaba,
Sin aliento el infeliz;
Al que, falto de padrino,
Padeció miseria vil,
Y á la crónica doncella
Que al altar no pudo ir:
«Pobrecitos, agarraos
Al cerrojo de san Gil.»
Era la frase, en verdad,
dura, grosera, incivil;
propia de un pueblo salvaje,
ó de los moros del Riff.
Pero ¿qué quieren ustedes?
Hay gentes que son así;
Cuyos vicios o resabios
Son su modo de existir;
Y por eso aquí tenían
El cerrojo de san Gil.
Pero son otros los tiempos;
y la iglesia al destruir
del bendito abad, su puerta
han arrancado de allí.
¿Dó está el cerrojo? Su
hierro
habrá podido servir
para tijeras, dedales,
sierras, escoplos... en fin,
instrumentos de más uso
que el cerrojo de san Gil.
¡Sabe Dios si en este
instante
algún obrero es feliz
manejando el buen martillo
que habrá podido fundir!
¡Sabe Dios si las agujas,
quizá ciento, quizá mil,
que aquel hierro contenía
en forma tosca y ruin,
más doncellas han salvado
que el cerrojo de san Gil!
Porque (sabedlo, pollitos;
niñas bonitas, oíd:)
el pensamiento encerrado
en aquel dicho infeliz,
propio de un pueblo ignorante
y por lo tanto, pueril,
era un insulto en los hombres
y en las bellas un desliz:
á nadie jamás sostuvo
el cerrojo de san Gil.
Mas la ilustración poniendo
su mano fecunda allí,
cambió al punto su destino,
con mudanza tan feliz,
que en vez de un duro
sarcasmo,
como lo ha sido hasta aquí;
en vez de una horrible burla
del estéril porvenir,
es una grata esperanza
el cerrojo de san Gil.
¡Oh gran riqueza del hierro'
Metal humilde y ruin,
despreciado, envilecido,
como pobre ó baladí:
yo te juzgo más precioso
que el oro puro de Ofir!
El hierro, en manos del
hombre
trabajador, puede... ¡sí!
ser más útil, más benéfico,
que el cerrojo de san Gil.
Hierro y oro: dos metales
que bastan á resumir
la historia de todo el mundo
desde el principio hasta el
fin.
El oro esclavos produce,
y el hierro debe servir
para libertar al pueblo...
con la industria, no en la
lid.
Por eso también es libre
el cerrojo de san Gil.
Ya es menester que olvidemos
la antigua frase incivil
que resonó tantas veces
de la Alhambra al Albaicin;
y en lugar del dicho
estúpido,
anticristiano, infeliz,
deben hoy los granadinos
ilustrados, repetir:
«¡bien haya quien hizo útil
el cerrojo de san Gil!»
¿Hay algunos todavía
que no lo entiendan así?
¿Hay quien censure mi tema,
ó diga: «le falta esprit?»
¿Hay algunos que motejen
a quien mandó destruir
la iglesia, puerta y cerrojo
del santo abad..? Pues oíd:
¡que se agarren los quejosos
al cerrojo de san Gil!
N. de Paso y Delgado
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