Ayer domingo alguien, de modo involuntario, me recordó que
nuestro Padre, Dios, no es ajeno al mundo; mientras mi amigo hablaba sobre la
importancia de la autoridad yo miraba a mis amigas Luisa y Luisa, Ana, Antonio, buscaba a la
Inmaculada ausente, recordaba a Karen, a mis hijas y ese viejo Nuevo Testamento
naranja que compartíamos en el que les escribí:
“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las
revelaste a los niños.”
(¿Dónde estará el pequeño libro?
Posiblemente ellas no recordaran la frase pero hoy sé que la semilla cayó en
buena tierra)
Y es que cada día, nuestro Padre,
Dios, nos recuerda su presencia en el mundo; ajeno a lass vanidades, a los
sabios y a los entendidos, y cada año al acabar la lectura del capítulo 1 de la
carta primera a los Corintios:
“sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a
los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte”
el lector exclama: “PALABRA DE
DIOS” y la comunidad lo ratifica “TE ALABAMOS SEÑOR”. Aunque posiblemente la
rutina nos impida OIR la Palabra de Dios.
Pero hoy iba por otro tema, ya
estamos en la Candelaria, en la Presentación del Señor, hace tiempo trate de
recuperar esta fiesta pero o bien no me expliqué o bien no me entendieron y no fue
posible, así que comparto con vosotros la reflexión de Anselm Grün sobre esta
fiesta y os pido que encendáis una vela en vuestra casa y mientras escucháis
“Ich habe genug”, en la voz de Lorraine Hunt Lieberson, os perdáis alabando a
nuestro Padre, como recomienda el autor, y es que para Dios Luisa, Luisa, Ana, Antonio,
Inmaculada, Karen, Fátima, Raquel, Bibiana… “sois la luz del mundo” (Efesios 5:8).
Ich habe genug!
Mein Trost ist nur allein,
Daß Jesus mein und ich sein eigen möchte sein.
¡Ya tengo bastante!
Mi esperanza se halla tan sola,
que Jesús debería pertenecerme y
yo a Él.
17. Llevarse velas a casa (la Candelaria)
TRADICIÓNALMENTE,
el tiempo de Navidad concluía con la fiesta de la Candelaria. Hoy día, esta
liturgia se denomina «Fiesta de la Presentación del Señor». En la economía
campesina, ésta era antiguamente una fiesta importante, pues en ese día
comenzaban su servicio los criados y las sirvientas. La Iglesia oriental la
denomina «fiesta del Encuentro». Simeón y Ana se encuentran en el Templo con
María, José y el Niño. Simeón toma a éste en sus brazos y canta a la luz que
en ese niño ha resplandecido para nuestro mundo.
Para
mí, escuchar la cantata de Johann Sebastian Bach Ich habe genug, interpretada
por Dietrich Fischer-Dieskau, forma parte del rito de este día. En dicha
cantata de Bach oímos al Simeón bíblico, que ha visto en el niño la salvación
y con ello «tiene bastante» y puede ya irse en paz. Con esta música
maravillosa termina para mí el tiempo de Navidad. Ella me invita a acoger a
Cristo en mi corazón y a caminar con él a lo largo del año en la vida
cotidiana.
En
este día, al comienzo de la celebración de la Eucaristía se bendicen velas y
se encienden. Con ellas se entra en la iglesia a oscuras, y luego, al final
de la celebración, se llevan a casa. Si te es posible, toma parte este día en
el culto y llévate la vela bendecida a tu casa. Si no te es posible, enciende
ese día una vela en tu vivienda tomando conciencia de lo que eso significa.
Quizá tengas en casa una imagen o una estampa de María. Pon la vela encendida
delante de la imagen de la Virgen. María es una imagen de nosotros. Como
María, también nosotros debemos llevar a este mundo la luz de Jesucristo.
Gracias a ti, este mundo se hará más luminoso y humano. Confía en que tú
mismo llevas luz en tu interior y eres luz. La vela pretende indicarte quién
eres en el fondo: una luz que ilumina los corazones de los demás.
Bendice
la vela que vas a encender en tu vivienda. Bendecir significa decir palabras
que expresan la esencia de la vela. Puedes hacerlo con las siguientes
palabras:
«Dios
de misericordia y bondad, bendice esta vela que encendemos en la fiesta de la
Presentación del Señor. Que su luz lleve a nuestro mundo y a nuestra vida
cotidiana la luz de Jesucristo, para que también en nuestra actividad
cotidiana estemos rodeados y bendecidos por tu luz. Que tu luz, que
resplandeció en el nacimiento de Jesucristo, ilumine nuestras tinieblas. Que
lleve luz a nuestro trabajo, para que a través de él el mundo se haga más luminoso.
Y haznos sentir en esta luz la calidez de tu amor, para que con todo cuanto
hagamos y digamos se difunda en este mundo tu amor. Que esta vela brille y
caliente así la frialdad de nuestro corazón y de nuestro mundo, por Cristo
nuestro Señor. Amén».
Un
rito de luz que promete el buen éxito de nuestra vida es el siguiente...
Siéntate
en silencio delante de una vela y enciéndela con atención.
Asegúrate
con este sencillo rito de que la luz de Dios amanece sobre tu vida y te
promete que tu vida tendrá buen éxito.
Naturalmente,
sabes que el buen éxito de tu vida no depende de que enciendas la vela. Pero,
al encender la luz con atención, expresas que tu vida está bajo la promesa de
Dios: «Yo llevaré a cabo en ti lo que te he prometido».
Mira
a la luz y deja que penetre en todos los abismos de tu alma.
Mira
esos ámbitos cerrados en los que yace escondido lo reprimido y ocultado.
Mira
la oscuridad de tu tristeza, de tu miedo, de tus dudas, de tu inseguridad, de
tu vacío.
Imagina
que todo cuanto hay en ti queda iluminado por esta luz cálida y delicada de
la vela.
Con
la luz penetra en ti el amor de Dios.
Dicho
amor no te condena. Te hace saber que todo cuanto hay en ti tiene derecho a
ser. Pero todo puede también quedar transformado por la luz y por el amor.
En
este rito no se trata de pensar mucho. Sencillamente, deja penetrar la luz en
ti.
Quizá
luego sientas cómo se te caldea el corazón, cómo entra en ti el amor y te
hace saber que todo está bien.
Quizá
surjan también anhelos o necesidades o aspectos no vividos de ti mismo.
A
veces esto puede resultar doloroso.
Pero
es bueno que la luz de la vela te ponga en contacto con tu anhelo.
Te
pone de manifiesto que tu vida no es tan estrecha ni tan vacía como a veces
te parece.
En ti
está Su luz. Él quiere iluminar todo cuanto hay en ti, sanarlo, llenarlo de
amor y de esperanza.
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Anselm Grün. 50 ritos para la
vida. Sal Terrae.
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