En el año del Señor de 1755 nació en Zujar, pueblo de la
abadía de Baza, obispado de Guadix, una bella niña a la que pusieron por nombre
Fernanda. Sus padres, modestos labradores, se esforzaron en la educación de su
hija, a la que con su ejemplo enseñaron las más piadosas prácticas cristianas.
El 10 de marzo de 1774, con 18 años de edad, Fernanda tomó
el hábito en el Convento de Capuchinas de Granada, profesando al
año siguiente.
El citado Convento, fundado en 1587, disponía desde su
traslado al pie de la torre de la Catedral en 1629 de unas casas nuevas y de
buena fábrica, un bello patio con columnas de mármol de Macael, extenso jardín
y dos entradas, una principal presidida por una imagen de la Presentación de
Nuestra Señora y una trasera que daba a una calle sin salida que se cerró “para
impedir muchas ofensas de Dios, que en ella se hacían”. La situación del
convento así como la obra nos permiten suponer era de los mejores de Granada.
Si los primeros años de estancia en el convento
transcurrieron para la Madre Fernanda con absoluta normalidad, dedicada a las
labores propias de una religiosa en esas fechas, oración, costura, jardinería,
cocina, canto, … transcurridos cerca de diecinueve años de su ingreso comenzó a
sentir lo que los físicos llamarían después “movimientos de hombre”. Alarmada
por ello con frecuencia huía del dormitorio de la comunidad pidiendo a Dios
misericordia, que se desvanecieran los impulsos de la carne, que no la dejase
caer en pecado, …. desde ese día se procuraba disciplinas, ayunos, oraciones y
algunas sangrías, al objeto de apagar esa transformación que en su cuerpo
sufría.
Tenida por histérica durante algunos años, su último
confesor informó al Arzobispo, D. Juan Manuel Moscoso, de la situación,
consintiendo éste entrase una comadre al convento para el examen de la madre,
tras el informe de ésta Fernanda fue conducida a una casa de la calle Jardines,
vestida de mujer seglar, el 21 de enero de 1792, en esta casa fue reconocida por
dos médicos, dos cirujanos y una partera, que unánimes atestaron su condición
de hombre; allí mismo fue entrevistada por uno de los mejores teólogos de la
plaza quien alabó su virtud y santidad. Tras estos informes el arzobispo
mantuvo una entrevista con la madre Fernanda en la que le dijo que “se
maravillaba que en un jardín como el de su comunidad, donde había tantas
flores, no se hubiera marchitado alguna”, a lo que ella (ya él) respondió con
gracia y sencillez que era “gracias a lo recatado del jardinero”.
El arzobispo la declaró libre de los votos de su religión.
La noche del 10 de febrero, tras oír misa en la capilla, la
vistieron de hombre, casaca y chupa de bayetón, calzón negro y medias, buen
zapato, capa de bayetón, sombrero de picos, pañuelo negro para el cuello, … y
la condujeron a una casa próxima al convento.
El 11 de febrero de 1792, con 36 años, tras cerca de 20 años
como ejemplar madre capuchina, Fernando Fernández, nacido Fernanda, partió para
su tierra. Nada más se supo de él.
Algunos años después el médico español, nacido en Cuba,
Tomás Romay procedió al reconocimiento del marinero Antonio Martínez, natural
de Chiclana, de 19 años de edad, quien fue bautizado como mujer, y estudió los
diversos casos similares de los que habían recogido testimonios: Paris (1751),
Paris (1765), Granada (1792), …, publicando las conclusiones en el Diario del
Gobierno de La Habana de 8 de mayo de 1813, a él debemos en gran parte la difusión
del caso de nuestra paisana Fernanda.
Del Convento de Capuchinas ya no queda nada, salvo esa fea
plaza en el pie de la torre. Expulsadas las monjas en 1836 en el espacio que
ocupaba su iglesia, claustro y jardines se creó la plaza de la Libertad
dedicada al comercio de verduras y aves, no fue hasta 1984 en el que se
recuperó como plaza con el nombre de la Romanilla, nombre derivado de la
oficina que con ese nombre instaló el Ayuntamiento en el siglo XIX.
Fernando murió mujer con vestiduras de hombre, nunca dejó de
sentirse Fernanda, su caso no fue mas que una pequeña deformación fisiológica.
La historia nos ha dejado, junto a los casos descritos por
Romay, otros personajes que posiblemente tuvieron esta singularidad, santa
Wilfrida; san Onofre; la primera mujer titulada como cirujana en España Elena
de Céspedes, natural de Alhama de Granada -1587-; la monja Magdalena Muñoz, de
Úbeda -1617-; Catalina Erauso, la monja alférez -1626-; …y mas recientemente,
en 1914, Simón Kevert en Lille (Francia).
Granada a 21 de enero de
2014, festividad de Santa Inés.
Javier Pérez Cuadros
Noticias sobre
ajusticiamientos que tuvieron lugar en Sevilla a finales del s. XVIII, y otros
sucesos, entre los que destacan un auto de fe por sacrilegio en Sevilla y un
suceso ocurrido en el Convento de MM. Capuchinas de Granada, referente al
cambio de sexo de una monja, recogidas por Fray José de Nuestra Señora de los
Dolores. Autógrafo. Sin foliar. 17--. Biblioteca General de la Universidad de
Sevilla. Signatura A 333/068.
Tomás Romay. Obras Completas. Habana, 1965.Tomo I, pp. 27-31.
Fragmento del Mapa Topográfico de la Ciudad de Granada por Francisco Dalmau, 1796.
José Puiggarí. Monografía histórica e iconográfica del traje. Barcelona, 1886, p. 243
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