LA CASA DEL GATO
Habitaba en una casa entre la Calderería y la Cuesta de San
Gregorio, en época de Carlos III, un Receptor de la Justicia[1], ya
entrado en años, casado con una hermosa joven, algo casquivana.
A su paso hacia la Chancillería un Alcalde del Crimen[2] vio
un día a la joven de la que quedó enamorado. La ligereza de la joven y el tesón
del Alcalde hicieron todo.
Necesitando el Alcalde de tranquilidad para dar rienda
suelta a los deseos de ambos, dio por enviar al anciano Receptor a cuantas
comisiones fuera posible.
Tanta comisión hizo al Receptor sospechar que algo ocurría a
sus espaldas, sospecha que confirmaron vecinas y vecinos, unas con chismorreos
y otros con chascarrillos a su paso.
Enviado a una nueva comisión, nuestro Receptor inició la
marcha pero a poco, con una fútil escusa, se volvió a su casa dejando siguieran
los demás miembros de la comisión.
Lo que ocurrió después es fácil de imaginarlo, a la mañana
siguiente la Justicia encontró en el lecho de la casa del Receptor, bañados en
su sangre, los cadáveres de la esposa infiel y del enamorado Alcalde.
Mientras tanto el Receptor, que había regresado a la
Comisión mandada, realizó su trabajo y, con pretexto de encontrarse enfermo,
envió a Granada las oportunas liquidaciones de los cobros efectuados y marchó
rápidamente a Madrid para pedir audiencia al rey con excusa de revelaciones
importantes de su trabajo.
Recibido por su Majestad, le expuso:
- Señor, un gato que está acechando a un ratón que entra en la
despensa de su amo para devorar lo mas delicado que guarda, y lo coge, ¿qué
debe hacer?
A lo que el Rey respondió:
- Matarlo para que no vuelva.
Tras ello, el Receptor dio cuenta detallada al Rey de lo
ocurrido en Granada, obteniendo el perdón real y, en premio a su ingenio para
con el rey el derecho a usar en la misma de escudo en el que figurara un gato
cazando a un ratón.
Hasta el siglo XVIII, época en la que el tradicional poco
respeto de los granadinos por sus edificios y tradiciones permitió el derribo
del portón y, posteriormente, del edificio.
[1] Receptor: El que recibía o
recaudaba las multas impuestas por los tribunales superiores.
[2] Alcalde del Crimen: El de
la sala del crimen que había en las chancillerías de Valladolid y Granada y en
algunas audiencias del reino, el cual era juez togado y tenía fuera de su
tribunal jurisdicción ordinaria en su territorio.
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