En enero pasado visitando belenes, en una de las iglesias por las que pasé me llamó la atención la
presencia de unos gallos, como en el belén de casa donde desde mi
infancia en el portal siempre ha habido un gallo, al principio lo ponía mi madre, después los hermanos reñíamos por ponerlo, bueno poner esa figura y las demás los primeros; más tarde fueron mis hijas y ya casi empiezan los nietos a tomar el relevo.
Muchas veces he pensado que este gesto que repetía era
similar a las historias de Tony de Mello (la culata del rifle es de madera de
nogal porque lo manda el reglamento, es decir podía deberse solo a que un día a
alguien le gustó y desde entonces se repite), pero la presencia en el belén
citado me movió a la curiosidad.
Puede que mi madre repitiera un gesto tradicional de la
familia del que nunca sabré el origen, posiblemente nació de una sencilla
iniciativa de mi abuelo o quizás de mi abuela, o quizás sus padres se lo
transmitieron a ellos, lo cierto es que la imagen me movió a buscar los
precedentes y los encontré; comenzaré con un viejo villancico:
A las doce de la noche,
todos los gallos cantaron,
y en su canto anunciaron,
que el Niño Jesús nació.
Ay sí, ay no,
al Niño lo quiero yo.
Ay sí, ay no,
al Niño lo quiero yo.
Señora doña María,
aquí le traigo unas peras,
aunque no están muy maduras,
cocidas están muy buenas.
Ay sí, ay no,
al Niño lo quiero yo.
Ay sí, ay no,
al Niño lo quiero yo.
A las doce de la noche,
un gallo me despertó,
con su canto tan alegre,
diciendo Cristo nació.
Ay sí, ay no,
al Niño lo quiero yo.
Ay sí, ay no,
al Niño lo quiero yo.
En el portal de Belén,
hacen lumbre los pastores,
para calentar al Niño,
que ha nacido entre las flores.
Junto al villancico descubrí la existencia de una muy
antigua leyenda que narra la existencia de un gallo en el Portal de Belén en el
momento del nacimiento de Jesús. Se dice, que fue él quien dio el primer
testimonio del nacimiento de nuestro Salvador, él que al presenciar el
acontecimiento cantó rápidamente para pregonar la buena nueva: primero
despertando a la mula y al buey, luego llamando a los pastores y a sus ovejas y
más tarde a las gentes que vivían en la región. Se cuenta que este canto motivó
se diga que la venida al mundo de Cristo fue anunciada “ad galli cantus”, es
decir, “al canto del gallo”.
Por esa razón, dicen, se celebraban tres misas en la
Nochebuena, la primera es la del gallo o de la aurora, la segunda es la misa de
los pastores, y la tercera es la de la gente.
En la primera, cuentan era habitual que un niño imitara el
canto del gallo o bien llevaran directamente un gallo.
Y poco más, la costumbre que mi madre me inculcó tenía un
fundamento y yo dejo este testimonio para que mis hijas y nietos no olviden
nunca colocar un gallo sobre el portal.
En cualquier caso es curioso, el Evangelio Egipcio de Jesús
insiste en la relevancia del gallo, en el Capítulo VII, versículo 1, los magos
se ponen en camino tras cantar el gallo; en el capítulo IX, versículo 1, José
se pone en camino a Egipto tras cantar el gallo.
El autor insiste en cada uno de esos capítulos en decir
"al primer canto del gallo". Un animal común parece regir los
destinos de los hombres.
Como también resulta curioso que el anuncio de su venida lo
haga un gallo y su pasión la anuncie otro gallo:
"Y le dijo Jesús:
De cierto te digo que tú,
hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos
veces, me negarás tres veces."
(Marcos 14:30)
Y de momento dejo al gallo, son líneas que escribí en esas fechas y que no inserté en este blog, mañana quiero continuar con nuevos datos sobre el tema y he preferido recuperar éstos primero.
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